RÍO DE JANEIRO. Elitusalem Gomes Freitas se regocija con el aroma dulce de la pólvora quemada: con una potente carabina calibre 40, acertó al blanco en un club de tiro de Rio de Janeiro, uno de los tantos que florecieron en Brasil durante el gobierno de Jair Bolsonaro.
Luciendo una calavera y el nombre “Bolsonaro” en su playera, el expolicía reitera una de las máximas del presidente: “Pueblo armado jamás será esclavizado”.
Con sus decretos que facilitaron su acceso, el ultraderechista hizo saltar de 117 mil a más de 673 mil el registro de cazadores, tiradores deportivos y coleccionistas, categoría que ya supera en número a los efectivos de la policía (406 mil 384).
Tantas armas en manos de la población suscitó incluso temores de cara a las elecciones del 2 octubre, hasta el punto de que la Corte Suprema suspendió temporalmente las facilidades de compra.
“Hoy en día un civil puede comprar armas más potentes que las de la propia policía”, afirma Bruno Langeani, autor del libro “Arma de fuego en Brasil: gatillo de la violencia”.
“Y para los Cazadores, Tiradores deportivos y Coleccionadores (CACs, por sus siglas en portugués) los privilegios son aun mayores: en algunos casos se liberó la compra de hasta 60 armas por persona y 30 pueden ser fusiles de asalto”, explica.
La ONG Foro Brasileño de Seguridad Pública calcula que hay unos 4.4 millones de armas en manos privadas en Brasil, país de 212 millones de habitantes.
Esto incluye las de los CACs, armas en domicilio para defensa personal y otras categorías como funcionarios públicos, empresarios, o armas de uso particular de miembros de las fuerzas de seguridad. Y un tercio de ellas (1.5 millones) están con registro vencido.
“Generamos un stock que será una herencia maldita para las próximas generaciones”, defiende Langeani.
MÁS MUERTES POR PISTOLA
A contramano del número general de homicidios, que en 2021 se redujo 13 por ciento, los asesinatos con pistolas aumentaron 24 por ciento el año pasado, según datos del Ministerio de Salud.
Mientras los expertos vinculan ese aumento a una mayor circulación de armas, el gobierno sostiene que faltan datos para establecer esa relación.
Haciéndose eco de las insinuaciones de Bolsonaro de que fuerzas opositoras infiltradas en el Tribunal Superior Electoral (TSE) podrían cometer fraude en la elección en octubre, Gomes Freitas se dice dispuesto a pasar a la acción.
Aunque cree que este es un discurso minoritario, Langeani sostiene que “incluso una minoría radicalizada puede causar un daño muy grande”, como ocurrió en la invasión al Capitolio de EU.
Desde que Bolsonaro llegó al poder en 2019, en Brasil se inauguraron unos mil clubes de tiro hasta mayo, según datos del Ejército citados por el portal UOL.
Los socios cuentan además con instructores y asesoría jurídica para obtener su licencia. Y pueden usar las armas del club o comprar las suyas.
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“Es como un shopping, tenemos de todo”, dijo el expolicía federal Marcelo Costa, presidente del club Mil Armas, inaugurado hace cuatro años, orgulloso de vender armas hasta en 12 meses sin intereses a quien no puede pagarlas al contado: Cuestan entre 950 y tres mil 800 dólares.
Langeani, que también es miembro de la ONG especializada en seguridad Instituto Sou da Paz, advierte por su parte del “riesgo” de que esas armas acaben en manos de las milicias y del narcotráfico.