El ejército y los paramilitares continúan sus combates en Sudán, con explosiones y enfrentamientos en las calles de Jartum este viernes, pese a las peticiones de una tregua con motivo del fin del Ramadán.
Antes de la salida del sol, como viene ocurriendo desde el 15 de abril, la capital de Sudán fue sacudida por disparos y ataques aéreos entre las fuerzas de los dos generales que se disputan el poder en el país.
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“Durante la noche (…), numerosos barrios de Jartum fueron bombardeados y son todavía blanco de bombardeos entre el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido” paramilitares, dijo el viernes el sindicato de médicos.
Soldados y paramilitares libraban encarnizados combates en las calles el viernes en zonas residenciales densamente pobladas del centro y el norte de Jartum, dijeron testigos a la AFP.
La víspera, la ONU y Estados Unidos habían solicitado una tregua de “al menos” tres días para permitir a los civiles celebrar la fiesta del Aíd al Fitr, que marca el final del mes de ayuno musulmán del Ramadán.
Sin embargo, el jefe del ejército, Abdel Fatah al Burhan, descartó el jueves negociar con su otrora número dos, Mohamed Hamdan Daglo, el jefe de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
Estas anunciaron para las 4H00 GMT del viernes “su acuerdo para una tregua de 72 horas” que dé un respiro a los sudaneses atrapados en este fuego cruzado, que según la Organización Mundial de la Salud ha dejado más de 400 muertos y 3.500 heridos.
En el mismo momento, el general Burhan aparecía por primera vez en la televisión estatal desde el inicio de los combates para un discurso con motivo de la fiesta del Aíd, en el que no mencionó ninguna tregua.
“Nuestro país sangra”
“En el Aíd de este año, nuestro país sangra: la destrucción, la desolación y el ruido de balas prevalecen sobre la alegría”, dijo. “Esperamos que saldremos de este prueba más unidos (…), un solo ejército, un solo pueblo”, dijo con uniforme militar entre dos banderas sudanesas.
“Nos gustaría que los combates pararan por el Aíd, pero sabemos que no ocurrirá”, decía el jueves a la AFP Abdallah, habitante capitalino.
En una entrevista telefónica con la cadena Al Jazeera, Burhan dijo el jueves que no había espacio “para negociaciones políticas” con su rival. Si el general Daglo, apodado “Hemedti”, no abandona su intento de “querer controlar el país”, será “aplastado militarmente”, advirtió.
Durante la jornada, Burhan recibió llamadas del secretario general de la ONU, los presidentes de Sudán del Sur y Turquía, el primer ministro etíope y los jefes de la diplomacia estadounidense, saudita y catarí.
Washington anunció el envío de militares a la región en caso de que deban evacuar su embajada. El aeropuerto de Jartum está cerrado desde el sábado y las embajadas urgen a sus nacionales a mantenerse en resguardo.
En la capital, numerosas familias agotan sus últimos víveres y no disponen de electricidad o agua corriente. Las líneas telefónicas sólo funcionan de forma intermitente. Muchos intentan huir entre puntos de control de ambos bandos y cadáveres desparramados por las calles.
También numerosos civiles se han marchado al extranjero para escapar de la violencia, concentrada principalmente en Jartum y en la región occidental de Darfur.
Entre 10 mil y 20 mil personas, la mayoría mujeres y niños, cruzaron la frontera hacia Chad, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Hospitales fuera de servicio
Ambos bandos siguen anunciando victorias y lanzándose acusaciones mutuas imposibles de verificar en el terreno. La aviación regular, según los médicos, no vacila en bombardear bases de las FAR diseminadas en zonas pobladas de Jartum, aunque estén cerca de hospitales.
En cinco días, “el 70% de los 74 hospitales de Jartum y de las zonas afectadas por los combates han quedado fuera de servicio“, según un sindicato de médicos. Las organizaciones humanitarias tuvieron que suspender su ayuda, fundamental en un país donde más de un tercio de la población pasa hambre en tiempos normales.
Tres empleados del Programa Mundial de Alimentos (PMA) murieron en Darfur. La ONU denunció además “saqueos” de sus reservas y “ataques”, incluyendo de tipo sexual, contra su personal.
El estallido de violencia fue la culminación de las profundas divisiones entre el ejército y las FAR, cuyos líderes se unieron en abril de 2019 para derrocar al autocrático Omar al Bashir tras las multitudinarias protestas populares contra sus tres décadas de poder.
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En octubre de 2021, los dos hombres encabezaron un golpe contra el gobierno civil instalado tras la salida de Bashir y pusieron fin a una transición apoyada por la comunidad internacional.