BERLÍN. El telón de la 73 Berlinale, el festival internacional cinematográfico de Berlín, se levanta hoy celebrando su vuelta a una presentación enteramente física después de dos años obligado a hacerlo de manera virtual a raíz de la pandemia.
Los retos que enfrentan sus dirigentes, la directora ejecutiva Mariette Rissenbeek y el director artístico Carlo Chatrian a cargo de la selección, son considerables. Por un lado asegurarse que el certamen se conecta de nuevo con su base, el público local -nada menos que 350 mil entradas por año durante el periodo precovid- y por otro, poder presentar una selección atractiva donde películas de gran público se alternan con aquellas llamadas de autor.
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De estas dos tendencias, la Berlinale ha sabido crear a lo largo de los años un ambiente acogedor para el tipo de películas de autor tanto en sus programas oficiales: Competencia Internacional, Panorama y Encounters, como en la sección paralela del Forum.
En cuanto a la tendencia de películas para gran público, la Berlinale no ha podido en el pasado enfrentarse con éxito a sus competidores europeos como lo son los certámenes de Cannes y Venecia. Rara vez ha logrado atraer un considerable número de grandes producciones estadounidenses y este año no parece ser la excepción.
Calificando esta edición como un reinicio después de la pandemia, el mismo Chatrian se refirió en recién entrevista a los esfuerzos de conseguir más películas de este género. La producción estadounidense She came to me, comedia romántica de Rebecca Miller presentada fuera de competencia y con la que se inaugura hoy el certamen, sería una indicativa de los límites de estos esfuerzos.
Los grandes estudios estadounidenses siguen mostrándose reticentes de estrenar sus espectaculares producciones en la Berlinale. Solo una producción de América de Norte aparece entre las 19 películas en competencia, Past Livesde la debutante canado-coreana Celine Song, que por sus características se antoja más bien como un filme de autor.
La agradable sorpresa respecto a producciones latinoamericanas viene nada menos que de México. No se puede más que aplaudir el tesón y el talento de los cineastas nacionales quienes, a pesar de las condiciones adversas y los drásticos recortes de apoyo que impuso el estado, casi enemigo del cine, se encuentran desde principios de año en la primera línea con sus películas seleccionadas en certámenes tan importantes como el de Sundance.
Ahora en la Berlinale se presentan Tótemde Lila Avilés (directora de la multipremiada La camarista, 2018), la única producción latinoamericana en la competencia internacional, mientras que la igualmente multipremiada Tatiana Huezo (Noche de fuego, 2021, La Tempestad, 2016) participa con el documental El eco en la sección oficial Encounters. Dos películas más están en la Berlinale, Heroicode David Zonana en la sección Panorama y Adolfo de Sofía Auza en la contienda para adolescentes Generation 14 Plus. El Instituto Mexicano de Cinematografía regresa después de dos años de ausencia al European Film Market con un stand físico.
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Entre otros cineastas de renombre incluidos en las diversas secciones se encuentra el prolífico coreano Hong Sangsoo con En el agua (Encounters), la alemana Margarette von Trotta en la competencia oficial con Ingeborg Bachmann y sobre todo la estrella principal del festival, Sean Penn, quien monopolizara la atención del público y de los críticos, al presentar en Gala especial su documental Superpower, rodado en Ukrania durante el conflicto. Su presentación resulta sintomática este año en que la Berlinale se vistió con los colores de aquel país y dedicó su homenaje a la lucha ucraniana frente a la Rusia invasora y a los disidentes iraníes en su revuelta contra el régimen teocrático de su país.
El jurado oficial que otorgará el Oso de Oro, el premio principal, está presidido por la actriz estadounidense Kristen Stewart mientras que entre sus siete miembros figuran realizadores como Radu Jude (Rumania) sus colegas Carla Simon (España), Johnnie To (Hong Kong) y la actriz irani Golshifteh Farahani.