Los brasileños votaron el domingo en la primera ronda de las elecciones más polarizadas de su país en décadas, y se espera que el canditado de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva derrote al derechista Jair Bolsonaro.
La mayoría de las encuestas han mostrado a Lula con una sólida ventaja durante meses, pero Bolsonaro ha señalado que puede negarse a aceptar la derrota, avivando los temores de una crisis institucional o de la violencia postelectoral.
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Un mensaje proyectado en la estatua del Cristo Redentor de Río de Janeiro antes de la votación decía: “Paz en las elecciones”.
La mayoría de los sondeos de opinión favorecen a Lula, que fue presidente de 2003 a 2010, con entre 10 y 15 puntos porcentuales. Si consigue más del 50 por ciento de los votos válidos, algo que varias encuestadoras muestran como posible, obtendría una victoria absoluta, lo que evitaría una segunda vuelta.
Ataviada con calcomanías de Lula, Adriana Schneider estaba votando en una escuela primaria de Río de Janeiro. La profesora universitaria, de 48 años, dijo que la administración de Bolsonaro había sido “catastrófica” para la inversión en cultura, arte, ciencia y educación.
“Estamos viviendo bajo un gobierno bárbaro”, dijo.
Lula estuvo encarcelado durante las últimas elecciones, cumpliendo una condena por soborno que luego fue anulada por el Tribunal Supremo, lo que le permitió enfrentarse a su acérrimo rival Bolsonaro en la votación de este año.
Al votar en São Bernardo do Campo, Lula reconoció el dramático cambio en su suerte después de una condena que, según él, tuvo motivaciones políticas.
“Es un día importante para mí”, dijo. “Hace cuatro años no podía votar porque era víctima de una mentira (…). Quiero intentar ayudar a mi país a volver a la normalidad”.
Bolsonaro votó en Río, y dijo que esperaba ganar las elecciones en la primera ronda del domingo, a pesar de su mal resultado en las encuestas. El excapitán del ejército no confía en las encuestadoras y señala que sus resultados no se corresponden con el apoyo que ve en sus actos de campaña.
“Si tenemos elecciones limpias, hoy ganaremos con al menos el 60 por ciento de los votos”, dijo Bolsonaro en un vídeo publicado en sus redes sociales antes de votar. “Todas las pruebas que tenemos nos son favorables. El otro lado no ha sido capaz de salir a la calle, no ha hecho campaña, no tiene aceptación, no tiene credibilidad.”
El ganador podría anunciarse en las horas siguientes al cierre de los colegios electorales, a las 17:00 hora local.. Si ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos, excluyendo los votos en blanco y nulos, los dos primeros clasificados irán a una segunda vuelta el 30 de octubre, prolongando la tensa temporada de campaña.
Bolsonaro ha amenazado con impugnar el resultado de la votación, después de hacer alegaciones infundadas de fraude, acusando a las autoridades electorales de conspirar contra él y sugiriendo que los militares deberían llevar a cabo un recuento paralelo, que se negaron a hacer.
Se espera transición tranquila
Una victoria decisiva de Lula el domingo podría reducir las probabilidades de una transición tumultuosa. Los críticos de Bolsonaro dicen que otro mes de sus ataques al proceso democrático podría estimular el malestar social y desencadenar episodios como el asalto de 2021 al Capitolio de Estados Unidos por parte de los partidarios del expresidente Donald Trump.
Bolsonaro dice que respetará el resultado electoral si la votación es “limpia y transparente”, sin definir ningún criterio.
Los brasileños también votan el domingo por los 513 miembros de la cámara baja del Congreso, un tercio de los 81 miembros del Senado y los gobernadores y legisladores estatales.
Aunque Lula lidera la carrera presidencial, se espera que la coalición conservadora que apoya a Bolsonaro tenga mayoría en ambas cámaras del Congreso. Esto podría suponer un reto para el izquierdista a la hora de gobernar un país con un hambre creciente, un alto desempleo y una recuperación desigual de la pandemia del COVID-19.
Tanto Lula como Bolsonaro han prometido un gasto más generoso en bienestar social el próximo año, lo que aumenta la presión sobre el presupuesto federal y lleva a ambos a buscar alternativas a las actuales reglas de gasto.
La recién establecida autonomía del banco central de Brasil y la elección por parte de Lula de un antiguo rival centrista como compañero de fórmula han tranquilizado a algunos inversores en el sentido de que no provocaría una ruptura disruptiva en la política económica.
Lula ha prometido apartarse bruscamente de las políticas medioambientales de Bolsonaro después de que la deforestación en la selva amazónica alcanzara su nivel más alto en 15 años. Lula ha prometido combatir la tala de árboles, aumentar la protección del bioma y de las tribus locales, y convertir a Brasil en protagonista de la diplomacia climática.
Al igual que en las pasadas elecciones, los militares brasileños han sido movilizados para reforzar la seguridad en unos 477 mil colegios electorales, utilizando máquinas de votación electrónicas que permiten una rápida tabulación de los resultados por parte de la autoridad electoral nacional (TSE).
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A raíz de las críticas de Bolsonaro a los sistemas de votación de Brasil, el TSE invitó a un número récord de observadores electorales extranjeros, incluyendo misiones por primera vez de observadores estadounidenses del Centro Carter y de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES).