Édgar nunca pensó que su día normal se convertiría en tragedia cuando un conductor molesto disparó contra los pasajeros del camión que conduce todos los días. El día transcurría con normalidad. Alrededor de la 1:30 de la tarde, Édgar de Jesús cumplía con su tarea diaria de conducir el camión número 8 de ruta Huizaches. Cerca de 10 pasajeros abordaron el transporte sin imaginar lo que se avecinaba.
El conductor circulaba con naturalidad por la calle Benito Juárez hacia el poniente. Al llegar al cruce de la avenida Dr. Ruperto Paliza el camión quedó muy cerca de una camioneta Tacoma, de la marca Toyota color blanco. El conductor del vehículo particular, hizo señas de enojo en contra del chofer con más de 6 años de experiencia; sin embargo, Edgar pensó que solo era un automovilista descontento.
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Tras ese evento, el chofer condujo unos cuantos metros más, hasta que el camino se vio obstaculizado por la camioneta participe del breve altercado. Fue entonces donde el chofer de colectivo miro como de la Tacoma descendía un hombre armado.
“Voy por la Andrade, doy vuelta en la Juárez y al incorporarme quedamos cuatro filas, si quede muy pegado a él y como que el señor se asustó y de una va y se me atraviesa enfrente”, manifestó el chofer a El Sol de Sinaloa.
El automovilista colérico apuntó el arma hacia el conductor, jalo el gatillo y la detonación retumbo en el centro de Culiacán.
El proyectil atravesó el cristal de la unidad mientras el chofer se tiraba al piso, los pasajeros rápidamente se desplazaron a la parte trasera, los gritos y el llanto de una niña comenzó a brotar del interior del camión.
En ese momento Édgar permanecía tirado en el piso, pensando en su familia, esperando a que el agresor se fuera.
En cuestión de segundo el chofer experimentado reviso su brazo y verifico que no estuviera herido, la bala no dañó la carne ni el hueso, pero sí rasgó la camisa del uniforme.
Fue así como se percató que una niña no paraba de llorar. Édgar rápidamente volvió en sí y retomó su trabajo de chofer. Sin embargo, el objetivo no era terminar la ruta, ahora la meta era trasladar a la menor hacia la cruz Roja.
Escuchaba a la niña que estaba gritando pero no podía levantarme porque no sabía si seguían allí.
Se volvió a montar en el asiento, tomo el volante y aceleró la unidad conduciendo por la avenida Dr. Ruperto Paliza, camino que siguió hasta estacionarse a un costado de la unidad médica.
“En cuanto me pude levantar y Vi que ya no había nadie fue cuando me traje a la niña para acá”, señaló.
Los pasajeros descendieron, Edgar aún se encontraba en shock, pero se pudo relajarse cuando los paramédicos revisaron a la niña y verificaron que no tenía ningún rasguño.