El “gobierno más feminista de la historia” ese gobierno y ese presidente que diario denosta, insulta y humilla a las mujeres, las que marchan, lo mismo da que sea la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o las madres buscadoras de los desaparecidos, las madres que pelean por lograr que les suministren medicamentos oncológicos a sus hijos, aquellas que buscan que se restauren (¡conservadoras! ¡golpistas!) las estancias infantiles que desaparecieron apenas entró el nuevo gobierno, las profesionistas, periodistas, reporteras, académicas o intelectuales o las miles que junto con los hombres marchan por las instituciones y la democracia, y a todas quienes no comulguen con el culto a su personalidad, sus ideas, sus dictados, sus caprichos, sus órdenes o lo critiquen o no bajen la cerviz, a todas el emperador de Palacio de manera figurada o prácticamente, les niega o les quita la bandera, la bandera de su causa que es la bandera de México. Pretende puerilmente quitarles protagonismo, arrebatarles visibilidad, notoriedad, importancia. Rebajarlas. Deslegitimarlas. Desconocer su dignidad. En la última marcha a favor del INE y la democracia, así como en el Día Internacional de la Mujer, la bandera de México fue retirada del centro de la explanada del Zócalo de la Ciudad de México y plantada solamente en donde el déspota alucina ser el padre de la patria, el Pípila redentor. El próximo paso será retirarles la nacionalidad, como en la dictadura de Nicaragua. Descobijar con la bandera de México la memoria, borrar los nombres de las causas, despersonalizarlas, condena pública a destruir cada pintada de la protesta de cualquier edificio o columna pública.
Damnatio memoriae, es como los romanos llamaban a la “condena de la memoria”. Condenar el recuerdo de un enemigo del Estado –declaración que hacía el Senado romano- tras su muerte. Muchos emperadores romanos fueron alcanzados por esta condena, una vez muertos, como modernamente se hace ahora, cuando se pretende borrar toda huella del gobierno anterior y la glorificación del nuevo. La condena accesoria a la pena capital o al destierro, la damnatio memoriae por crimen maiestatis (crimen juzgado arbitrariamente por el Senado romano que ofende la majestad, era una violación de la majestad del “pueblo” romano) fue un castigo cruel y temido que suponía, además, de la deshonra pública, la condena al olvido del condenado, con la aniquilación de cualquier monumento erigido en su honor, el tachado de su nombre y efigie, incluso la prohibición de mencionarlo en público, la abolitio nominis (prohibía que el nombre del condenado pasara a sus hijos y herederos) y la rescissio auctorum (que declaraba nulos todos los actos de gobierno del emperador condenado). También el poder romano emanado del Senado, decretaba una pena principal, la publicatio bonorum (que implicaba la pérdida total de patrimonio) que expoliaba a todos los herederos del condenado. Ambas penas, supusieron una excepción al principio de que el crimen se extinguía con la muerte del reo.
Tito Livio mencionó en Ab Urbe Condita lo que sucedía en la antigüedad clásica anterior a Grecia: “El pueblo ateniense (…) dio rienda suelta a todo el odio hacia Filipo (…). Inmediatamente presentaron una propuesta de ley, que la plebe sancionó, a tenor de la cual serían retiradas y destruidas todas las estatuas y retratos de Filipo con sus inscripciones, e igualmente serían retiradas y destruidas las de todos sus antepasados de uno y otro sexo; serían privados de su carácter religioso todos los días festivos, los ritos y los sacerdocios instituidos en honor suyo y de sus antepasados; también serían execrados los lugares en que hubiese estado colocado algún signo o alguna inscripción en su honor, sin que en adelante fuese lícito colocar o dedicar en ellos nada de lo que la religión sólo permite colocar o dedicar en lugar no contaminado; cada vez que los sacerdotes del culto público hiciesen plegarias por el pueblo ateniense, por sus aliados, por sus ejércitos y sus flotas, pronunciarían maldiciones y execraciones contra Filipo, sus hijos y su reino, contra sus fuerzas terrestres y navales, contra toda la raza y el nombre de los macedonios. Se puso un añadido al decreto: siempre que en lo sucesivo alguien hiciese una propuesta que implicase una nota infamante para Filipo, el pueblo ateniense votaría a favor de la misma en su totalidad; si alguien decía o hacía algo en contra del decreto de infamia o en honor de Filipo, quien diese muerte a ese alguien estaría protegido por la ley. Una cláusula que se incluyó al final establecía la plena vigencia con respecto a Filipo de todo lo que en otro tiempo se había decretado en contra de los hijos de Pisístrato”.
Crímenes de odio, inoculadores del rencor. En la antigüedad y en la actualidad.