El gobierno de Rubén Rocha y los aparatos institucionales a su favor -Congreso, Auditoría, Poder Judicial del Estado- aplican aquel viejo dicho surgido desde las entrañas del sistema político mexicano, y que demuestra que gobierne quien gobierne, la justicia sigue siendo selectiva: “gracia para los amigos, la ley a secas para los enemigos.”
El ascenso del joven abogado Leobardo Gallardo Beltrán como magistrado del Tribunal de Justicia Administrativa del Estado de Sinaloa es la más reciente muestra, pública y notoria, que no hay trayectoria ni experiencia ni currículum que avale mejor que la amistad, los intereses de grupo y el festín que suele abonar ser el del poder en turno.
Surgido de las filas de los servidores de la nación, Gallardo Beltrán no tuvo que mostrar experiencia en la carrera de la justicia administrativa, se tituló en el 2018 -como lo demuestra su declaración patrimonial-, en el mismo año que participó en la campaña, siendo afiliado del Partido Sinaloense, luego en 2019 entró a la Secretaría del Bienestar, donde acompañó al hoy alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil como superdelegado, también otro júnior de la 4T del ala rochista.
Gallardo, como dice otro dicho, ha estado en todo menos en nada, no se le conocen resultados como servidor público, pues en su currículum es imposible conocerlos, lo que sí se sabe es de esa amistad provechosa con Gámez Mendívil, quien lo apoyó para dejar la secretaría del Ayuntamiento y ahora convertirse en magistrado gracias al dedo de Rocha y el beneplácito de la bancada de Morena en el Congreso, liderada por Feliciano Castro Meléndrez.
En cambio, para quienes desde el poder en turno han sido marcados como oposición, han sobrevenido toda una andanada de acciones concertadas para aplastarlos: Del Estradazo al Quimicazo, ahora van por el golpe en la UAS.
El problema no es que los enemigos de Rocha no tengan cuentas pendientes, omisiones o situaciones que hay que investigar. El asunto es el presunto abuso de poder que se hace desde las instituciones hacia quien es considerado adversario y que, para aquellos amigos irregulares, todo el beneficio que arropa la impunidad.
¿Quién se robó los cheques del Congreso? ¿Por qué Almendra Negrete no fue sancionada por cobros irregulares en su plaza docente? ¿Por qué Quirino no merece ninguna investigación por el acuario de Mazatlán, por los estadios y las obras millonarias entregadas sin licitar? Son preguntas necesarias sin una respuesta urgente. Lo que urge es llevar al patíbulo a quien agravia al Estado.
Al rescate de la historia mazatleca
En medio del desarrollo inmobiliario que vive Mazatlán, con construcciones modernas que no sólo inundan la zona costera, sino también espacios como el Centro Histórico, es importante que esta zona no pierda su esencia ni la armonía arquitectónica que la caracterizan y que la han convertido en uno de los distintivos del puerto.
Pero no solo es luchar contra la aparición de las torres de condominios, sino también contra el vandalismo y el mismo paso del tiempo, que afean y deterioran las construcciones que dan cuenta de la historia mazatleca y que ante la inexistencia de un programa constante de rehabilitación, se provoca que el espacio pierda su esplendor.
Declarado como Zona de Monumentos Históricos, con 479 edificios protegidos, el Centro Histórico debe ser la joya mejor cuidada de Mazatlán, ya que es la alternativa cultural que se tiene como atracción turística y que ningún otro puerto del país posee.
Es de aplaudirse la acción que el Consejo Rector del Centro Histórico realiza para rehabilitar las fachadas del viejo Mazatlán, respetando los lineamientos de esta zona protegida, sin embargo es apremiante que las autoridades correspondientes se pongan a trabajar en la creación de programas que de manera constante lo mantengan en buen estado.
Así como se fomenta la limpieza de playas, también se debe crear conciencia en lo que estas casonas representan para la historia de Mazatlán.
Desde hace varios años la armonía urbana de esta zona se ha visto relegada por el vandalismo a través del grafiti. En paredes, fachadas, cortinas metálicas y hasta en los ventanales, estos rayones dan un aspecto poco agradable que no sólo dañan las construcciones con estilos arquitectónicos como el neoclásico, ecléctico o barroco, sino que afectan terriblemente la imagen que los turistas se llevan de Mazatlán.