La edad le ha pegado a Ozzy Osbourne. A sus 74 años, su salud ya no le permite seguir ofreciendo giras. La noticia es inusual. El vocalista de Black Sabbath nunca había renunciado a la gran maquinaria de sus conciertos, que igual sucedían en Japón que en México o Europa, el continente que lo atavió de negro.
Este miércoles anunció que, aunque su voz está en perfectas condiciones, debido a las lesiones en la columna que le causó un accidente hace cuatro años, se retira definitivamente de las giras. “Esta es probablemente una de las decisiones más duras que he tenido que compartir con mis leales seguidores”, escribió en Twitter.
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Ozzy creció lejos de los sueños pacifistas de algunas juventudes inglesas. No vivía en Londres o Manchester, donde los adolescentes hacían alquimia con el blues negro, convirtiéndolo en un rocanrol sensual y bailable.
Ozzy vivía en Birmingham, una urbe industrial que había sido devastada en la Segunda Guerra Mundial y que era conocida como The Black Country (El país oscuro). Allí sucedieron algunos de los bombardeos alemanes más mortíferos, dejando a miles de familias —entre ellas la de Ozzy— en la pobreza y el desamparo. Los sonidos de las grúas removiendo los escombros y el ruido de las fábricas fundiendo metal día y noche para reconstruir al Reino Unido fueron la sinfonía con la que creció John Michael Osbourne —su nombre real—, chico tímido y disléxico.
Un día, Ozzy recibió un comentario de su padre, trabajador de General Electric y aficionado del Aston Villa: “Tengo una corazonada, John Osbourne. O acabas haciendo algo muy especial o terminas en la cárcel”. El señor tuvo razón en sus pronósticos: Ozzy estuvo en prisión por robar una televisión y después se unió a Black Sabbath, según se cuenta en la autobiografía I am Ozzy (Confieso que he bebido).
La voz de aquel chico de Birmingham encontró resonancia en un grupo de inadaptados iguales a él: un guitarrista de dedos mochos llamado Tony Iommi, un bajista violento y un tanto borracho llamado Geezer Butler y un baterista enérgico y excéntrico llamado Bill Ward. Juntos formaron una banda que concibió al heavy metal como el hijo bastardo del rocanrol.
El propósito de Ozzy Osbourne —y de todo Black Sabbath— era provocar miedo y escándalo. No fueron pocos los periódicos que los tildaron de haber hecho un pacto con el diablo. Nada nuevo para la música de origen afroamericano. A inicios del siglo XX, lo mismo le hicieron al guitarrista Robert Johnson los esclavistas blancos del Mississipi. A Ozzy, de hecho, se le veía como una especie de anticristo que invitaba a rituales oscuros. Los excesos de alcohol y cocaína en la banda incrementaron la mala fama de sus integrantes. La gente desconocía que el grupo sonaba tan oscuro porque —entre otros elementos— utilizaba el tritono, un intervalo musical prohibido durante siglos por la Iglesia y que, luego, revivieron los viejos campesinos que tocaban blues en los campos de algodón de Estados Unidos.
Siempre mediático, Ozzy Osbourne es poseedor de un humor que lo lleva a superar sus fronteras como rockstar. En varias entrevistas ha expresado algo que, en un inicio, le sorprendía, pero después se acostumbró: gracias a su reality show de MTV, The Osbournes, millones de personas comenzaron a identificarlo más como una estrella de la televisión que como músico. Y es que aunque Ozzy sigue cantando, su nombre es visto ya como una marca que se vende en forma de series de televisión, productos de belleza, muñecos funko, líneas de ropa, lentes de sol y hasta termos para llevar a la oficina.
El lado rebelde, sin embargo, no se olvida. Sus historias sobre haber consumido cantidades industriales de cocaína, metanfetamina, mariguana y todo tipo de antidepresivos han sido confirmadas por él mismo. Eso sí, no queda claro si realmente mató a mordidas a un murciélago vivo durante uno de sus shows. Ozzy no lo confirma, pero tampoco lo desmiente. Dice que siempre andaba intoxicado con cocaína. Él ahora tiene 74 años y solo es adicto al té.
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Aunque ya disminuida por el paso del tiempo, su voz sigue siendo un sello inconfundible de cómo se debe cantar en el heavy metal. Independiente de la tesitura o el tono, lo importante, según Ozzy, es reflejar la misma histeria que detonan los instrumentos a su alrededor. Por mayoría absoluta, la gente que toca metal —desde Judas Priest y Iron Maiden hasta Metallica y Korn— coinciden en que Osbourne ostenta el título único de The Prince of Darkness (El Príncipe de las Tinieblas).
Y es que a más de 50 años del nacimiento del heavy metal de la mano de Black Sabbath, hoy el género está lejos de ser marginal o provocador. La voz de Ozzy sigue siendo, a pesar de los años, protagónica. Igual que cuando, sin necesidad de parecer un demonio, escandalizó al mundo con solo abrir la boca.