Protestas, rituales, conjuros, nostalgias, mensajes de esperanza, declaraciones de amor u odio. La noche de ayer Caifanes convirtió al Palacio de los Deportes en un monumental crisol de evocaciones. Al principio fue la oscuridad. En las pantallas laterales se leía un mensaje: “La ciudad encuentra en la música su identidad. La ciudad suena bajo esa piel que son sus paredes”.
Mientras tanto, en el escenario, las palmas de Alfonso André marcaban el ritmo sobre una de las caras de un cajón peruano; de los dedos de Diego Herrera sonaba un órgano; y de la voz de Saúl Hernández, la primera rola de la noche: “Antes de que nos olviden”, la cual compusieron en 1990, pensando en la represión estudiantil de 1968, y que ahora dedicaron también a las resistencias actuales contra la impunidad y el abuso del Estado Mexicano: los 43 de Ayotzinapa, las brigadas de búsqueda de desaparecidos, el movimiento “No más sangre”, nuestros periodistas asesinados.
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Tras haber interpretado “No importa”, Saúl Hernández aprovechó para agradecer al público capitalino: “Que alegría estar aquí, otra vez contigo, raza. Esta es nuestra casa y probablemente nuestra tumba”; y recitó unos versos del poema “Vuelta”, escrito por el poeta mexicano Octavio Paz: ‘El Sol se levanta de su lecho de huesos/ el aire no es aire/ ahoga sin brazos ni manos/ el alba desgarra la cortina/ Ciudad/ montón de palabras rotas”
El concierto continuó con la interpretación de canciones no tan comunes en el repertorio para presentaciones en vivo de la banda, como son “No importa”, “Quisiera ser alcohol”, “Para que no digas que no pienso en ti” y “Debajo de tu piel”; así como otras mucho más presentes, entre ellas “Nubes” y su más reciente sencillo, lanzado este 2022, “Solo eres tú”.
Caifanes utilizó el espacio como foro para pronunciarse en contra de la violencia machista y la ola de feminicidios que ha ido en ascenso en las últimas décadas, y dio paso a la proyección integra del video de la “Canción sin miedo”, escrita e interpretada Vivir Quintana en compañía del coro de mujeres El Palomar.
“Hemos hablado en varios conciertos de los de feminicidios y no vamos a dejar de hacerlo porque sigue habiendo muchos de ellos. En Jaguares comenzamos a hacer la denuncia hace muchos años, sin embargo, estos han transcendido la lógica humana y han realmente dañado el corazón de México. Pedimos una disculpa como hombres por nuestra estupidez y este machismo que ha envuelto nuestras vidas, necesitamos más hombres y menos machos”, reiteró Saúl.
Conscientes de que ya son veteranos del rock mexicano, y que ya van varias generaciones las que han crecido bajo el cobijo de sus acordes, la banda dedicó a los niños y jóvenes presentes la canción “Ayer me dijo un ave”, con la que pidieron a los adultos les permitan seguir sus sueños.
Tras esto, la banda continuó con las canciones “Mariquita”, “Cuéntame tu vida”, “Los dioses ocultos”, un viaje amoroso y cósmico en que se proyectaron las imágenes espaciales del sol, que es Huitzilopochtli sobre su imperio más allá de Anáhuac.
Entre estas canciones, Saúl, excitado también por la aplastante respuesta de los cerca de 17 mil espectadores, reconoció; “Sabemos que algún día vamos a morir, pero nunca nos haremos viejos”. Y entonces, como si quisieran hacer efectivo el conjuro que encierra su letra, la banda tocó uno de sus grandes clásicos “Viento”.
Luego tocaron “De noche todos los gatos son pardos” y “Aviéntame”. La música paró. Todo parecía haber terminado. Mas los presentes desde sus asientos, una vez más inmersos en la oscuridad, alumbraron el Palacio con las lámparas de sus celulares e hicieron vibrar el recinto con sus plantas para exigir a los músicos más canciones.
Entonces los caifanes salieron de nuevo y sorprendieron a todos, pues Saúl invitó algunos de sus fanáticos a compartir el escenario. “El escenario es de todos”, gritó. Dos de ellos tuvieron la fortuna de cantar con a su lado “Hasta morir” y “Aquí no es así”.
A lo largo de toda la presentación cada uno de los músicos, incluyendo, por su puesto al guitarrista Rodrigo Baills y el bajista Marco Rentería, dieron muestra de la gran comunicación que tienen hoy como grupo, así como de la gran habilidad individual para ejecutar sus solos.
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Luego siguieron las tres canciones que más corearon los “caifanáticos”: el cover-tributo a Juan Gabriel, “Te lo pido por favor”; “No dejes que” y “La célula que explota”. Pero el final del concierto fue redondo, como cierto poema de Octavio Paz, pues la última canción regresó a todos al origen de Caifanes, al momento en que tocaron su primera canción en vivo, hace 35 años, en el Foro Rockotilán: “La negra Tomasa”. Caifanes se mira fuerte es seguro que aún aullará por buen tiempo en la ciudad.